Ahora veamos lo que la Biblia nos cuenta sobre nuestro Señor Jesucristro. El es la razón de nuestra fe, pues Su vida, nos da vida a cada uno de nosotros. Una vez muerto, cargando con todos los pecados de la humanidad, y subiendo a la diestra del Padre Eterno pues no se encontró ninguna culpa en Jesús, entonces resucitó y envió al Espíritu Santo para que nos acompañara, consolora, nos guiara y nos diera fuerzas para mantenernos en la fe en Cristo, en la santidad de Su vida y en el único camino a la eternidad junto con Jehová.
Así lo describe la Biblia:
Lucas 1:26-38 Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por
Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un
varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María.
Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El
Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres. Mas ella, cuando le vio, se
turbó por sus palabras y pensaba qué salutación es esta. Entonces el ángel le
dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora,
concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Este
será grande, y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono
de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no
tendrá fin. Entonces María dijo al ángel, ¿cómo será esto? Pues no conozco
varón. Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y
el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra, por lo cual también el Santo
Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios. Y he aquí tu parienta Elisabeth,
ella también ha concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes para ella,
la que llamaban estéril; porque nada hay imposible para Dios. Entonces María
dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el
ángel se fue de su presencia.
Jesús es el Hijo del Altísimo, Rey de la casa de Jacob, Rey
Eterno. Concebido a través del Espíritu Santo de Dios y por lo tanto Hijo de
Dios.
Juan 1:9-14 Aquella luz verdadera que alumbra a todo hombre,
venía a este mundo. En el mundo estaba y el mundo por él fue hecho, pero el mundo
no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas todos los que
le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos
hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de
carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.
Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su
gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.
Jesús es la Luz Verdadera que alumbra a toda persona. Quien
conoció el mundo desde su inicio y por quien fue hecho. Mediante la creencia en
El podemos ser hijos de Dios. El es el verbo hecho carne que vino a hablarnos
la verdad y darnos salvación.
Juan 1: 29 El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él,
y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo… 33-34 Y yo
no le conocía, pero el que me envió a bautizar con agua, aquel me dijo: sobre
quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que
bautiza con el Espíritu Santo. Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es
el Hijo de Dios.
Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo,
en representación al sacrificio relatado en el Antiguo Testamento que era
necesario presentar ante el Arca del Pacto para el perdón de los pecados. Además,
El es quien bautiza con el Espíritu Santo para reconciliación entre nuestro
Padre Celestial y cada uno de nosotros.
Juan 17:3 Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el
único Dios verdadero, y a Jesucristo a quien has enviado… 5 Ahora pues, Padre,
glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el
mundo fuese.
Jesucristo fue enviado de Dios, el Padre Eterno que lo
glorificó, trayéndolo de la muerte a la vida, para que hoy viva a su lado.
Como vemos hasta ahora, los evangelios nos hablan sobre nuestro Señor Jesucristo, quien es el Hijo de Dios, la Luz Verdadera, el único camino y mediador para con nuestro Padre Eterno, nuestro único Salvador, quien nos bautiza con el Espíritu Santo y vive hoy, ahora, junto a Jehová.
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