El día sin nombre es el sábado cuando Jesús
estuvo muerto. El día entre la desesperanza y el gozo, el intermedio, cuando
oramos y esperamos la respuesta. Cuando no sucedió nada. El día cuando los
sueños mueren, cuando la esperanza de que algo pasara se agota porque no pasa
nada.
¿Por
qué Dios puso el sábado en medio?
Porque todo debía ser hecho al tercer día,
era un ciclo, y es un patrón bíblico que encontramos en algunos episodios,
donde todo pasa en tres días; el primero es el día de los problemas y el
tercero el día de la liberación, pero el segundo día es el día de la espera
cuando no pasa absolutamente nada de las dos cosas.
Cuando pasamos por estos episodios, nunca
nos percatamos de que estamos pasando por un relato del tercer día. El segundo
día se transforma en la vida común. Dios está al principio y al final de nuestra
vida. El silencio del sábado tiene que ver con Dios, no quiere decir que Dios
te olvidó sino que así son los ciclos de la vida.
Imaginemos a un trapecista, primero inicia
sujeto a la cuerda, luego se suelta de ella y espera, en un lapso de tiempo
casi imperceptible, queda suspendido en el aire mientras espera que su otro
compañero lo agarre. Ese lapso de tiempo en el que quedamos suspendidos es el
segundo día, eso quiere decir que debemos confiar en que el día de la liberación
llegará.
¿Qué
hacer el sábado?
Creas o no creas, habrá la resurrección.
Simplemente que nosotros decidimos en: esperarla con fe, o nos desesperamos por
no saber cómo alcanzarla.
Creer en Jesús es como tener un auto, sino
tenemos fe no avanza el auto porque la fe es el combustible que hace caminar al
auto hacia delante.
Por lo tanto, es preciso esperar confiando
en que Dios tiene el control y hacerlo con paciencia, velando en el espíritu
porque ya sabemos que el Reino de Dios se ha acercado, lo trajo Jesús. Y en
cualquier momento viviremos en el paraíso que Él esta preparando para nosotros.
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