Gálatas 5: 1-16
Cristo nos
libertó para que vivamos en libertad. Por lo tanto, manténganse firmes y no se
sometan nuevamente al yugo de esclavitud.
Antes de aceptar a Cristo como nuestro Salvador, vivíamos
esclavos del pecado. Cristo nos perdonó, nos limpió de todo nuestro pasado y
nos dio un nacimiento nuevo. Bajo nuestra nueva naturaleza debemos procurar
mantenernos en esa condición, limpios y libres del pecado.
Escuchen bien:
yo, Pablo, les digo que si se hacen circuncidar, Cristo no les servirá de nada.
De nuevo declaro que todo el que se hace circuncidar está obligado a practicar
toda la ley. Aquellos de entre ustedes que tratan de ser justificados por la
ley, han roto con Cristo; han caído de la gracia.
En el Antiguo Testamento encontramos la importancia de la
circuncisión para el pueblo escogido porque era la señal del pacto entre Dios y
el pueblo, las leyes dadas a Moisés y bajo las cuales tenían que regir sus
vidas. Pero la circuncisión como tal se convirtió en una vana tradición y su
significado fue olvidado pues las leyes eran transgredidas sin mesura. Siendo así,
la ley era la razón de condenación de las personas porque todos la habían quebrantado.
Sin embargo, gracias a nuestro Señor Jesucristo vino la justificación de todos
nuestros pecados para reconciliarnos con Dios y tener acceso a El directamente.
La vida de Jesucristo es el único sacrificio valido por nuestros pecados, no
existe ninguna buena conducta u obra que nos permita tener aquella justificación.
Por eso, quien espera ser justificado por la ley está dejando de lado la
gracia, el favor, el regalo de Dios que fue nuestra Salvación a través de
nuestro Señor Jesucristo.
Nosotros, en
cambio, por obra del Espíritu y mediante la fe, aguardamos con ansias la
justicia que es nuestra esperanza. En Cristo Jesús de nada vale estar o no
estar circuncidados; lo que vale es la fe que actúa mediante el amor.
La fe en Cristo Jesús, el creer en que El murió por
nuestros pecados, resucito en gloria y está a la derecha de Dios preparando
nuestra morada celestial. Creer que no nos ha dejado en el olvido, sino que ha
enviado al Espíritu Santo para que nos consuele, nos acompañe, nos guie y nos
fortalezca en nuestro caminar mientras esperamos la segunda venida de nuestro
Señor Jesús.
Ustedes estaban
corriendo bien. ¿Quién los estorbó para que dejaran de obedecer a la verdad? Tal
instigación no puede venir de Dios, que es quien los ha llamado. «Un poco de
levadura fermenta toda la masa.» Yo por mi parte confío en el Señor que ustedes
no pensarán de otra manera. El que los está perturbando será castigado, sea
quien sea.
Alrededor encontraran oposición quienes confiesan a Cristo
como su único Salvador, por eso encontramos la advertencia “un poco de levadura
fermenta toda la masa”. No debemos permitir que dudas, inquietudes,
dificultades y mentiras nos desenfoquen del propósito que Dios tiene para
nosotros.
Les hablo así,
hermanos, porque ustedes han sido llamados a ser libres; pero no se valgan de
esa libertad para dar rienda suelta a sus pasiones. Más bien sírvanse unos a
otros con amor. En efecto, toda la ley se resume en un solo mandamiento: «Ama a
tu prójimo como a ti mismo.» Pero si siguen mordiéndose y devorándose, tengan
cuidado, no sea que acaben por destruirse unos a otros.
La libertad verdadera no tiene nada que ver con vivir la vida
loca, nuestra libertad se trata de algo espiritual porque del pecado solo
cosecharemos corrupción, porque estaremos transgrediendo la ley. Nuestro vivir
debe concentrarse en el amor, poniéndonos a servicio de nuestros semejantes,
prestos siempre a cualquier manera que podamos ayudarlos y recibir también su
ayuda. Neguémonos a venganzas sin sentido ni tampoco busquemos el mal de
nuestro prójimo, recordemos que todos necesitamos de Dios y una segunda
oportunidad.