domingo, 11 de mayo de 2014

LAS BUENAS INTENCIONES – P. Pablo

Dios da las semillas, lo que empieza pequeño en Dios se hace grande.

La intención debe convertirse en acción. Si no podemos bendecir grandemente aunque tenemos la intención, pensemos en que podemos hacer mucho con lo poco que tenemos.

Si las buenas intenciones no se convierten en acciones, no avanzas a ninguna parte. Con lo poco, podemos ser de gran bendición para nuestras familias, ellas necesitarán siempre de nuestro apoyo. Pero debemos recordar, que no importa cuánto nos desgastemos por ellos, Dios va a bendecirlos de todas maneras según la justa medida que necesitan y que les ayudará a cumplir su propósito.

Jueces 3:7 – 9 Los israelitas hicieron lo que ofende al SEÑOR; se olvidaron del SEÑOR su Dios, y adoraron a las imágenes de Baal y de Aserá. El SEÑOR se enfureció contra Israel a tal grado que los vendió a Cusán Risatayin, rey de Aram Najarayin, a quien estuvieron sometidos durante ocho años. Pero clamaron al SEÑOR, y él hizo que surgiera un libertador, Otoniel hijo de Quenaz, hermano menor de Caleb. Y Otoniel liberó a los israelitas.  

Es necesario entender que no estamos por casualidad en los caminos del Señor, Su llamado tocó nuestro corazón en el tiempo preciso porque Dios nos ha levantado como libertadores de nuestra casa y de todos los que podamos alcanzar. Él nos escogió para ser un canal de bendición. Dios quiere usar lo poco que tenemos, nuestra fe, para bendecir a nuestras familias y a otros. Nuestros nombres deben pasar a la historia.

La Palabra de Dios es una espada de doble filo que nos penetra hasta los tuétanos para corregirnos y nos limpia del lodo que, a veces, vamos pisando durante nuestro diario vivir.

Dios te llamo a ti y no a otros, aunque sean mejores, porque lo que tú tienes no lo tienen otros. Para Dios eres su especial tesoro. No hay otro que pueda usar lo que Dios te dio para hacer sus señales y milagros.

Como evidenciar los efectos de Dios en nuestras vidas

Después del arrepentimiento, Dios comienza a ordenar nuestras vidas con la convicción plena de que Él nos transformara. Las pruebas y tribulaciones son parte de una vida en El. La confianza en el Señor nos hace creer en Su poder y con Su luz podemos ver lo maravilloso que tiene para cada uno.

Empieza el interés por vivir completamente en el Reino de Dios. Como dice la Palabras siendo humilde como niños porque hacerse pequeño no quiere decir ser tonto. 

Recibir el mensaje del Evangelio es sencillo, con humildad recibir el Reino. Como el rey David, por alabar a Dios se hizo más vil, aunque su esposa le criticaba por su forma de adorar.

Consideremos que nuestra fe nos hace personas diferentes. Mateo 13:31 Les contó otra parábola: «El reino de los cielos es como un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. Aunque es la más pequeña de todas las semillas, cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en árbol, de modo que vienen las aves y anidan en sus ramas. Nosotros somos las hortalizas que nos convertimos en árboles.

Salmo 1:1 – 3 Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los malvados, ni se detiene en la senda de los pecadores ni cultiva la amistad de los blasfemos, sino que en la ley del SEÑOR se deleita, y día y noche medita en ella. Es como el árbol plantado a la orilla de un río que, cuando llega su tiempo, da fruto y sus hojas jamás se marchitan. ¡Todo cuanto hace prospera!

Las pruebas y sufrimiento que le cuesta a la hortaliza hacerse árbol es lo que la hace diferente. Cuando Cristo entra en nuestro corazón, Su amor crece y nadie puede pararlo. El Reino de los cielos tiene que meterse dentro de ti.

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