domingo, 29 de diciembre de 2013

Libertad en Cristo


Gálatas 5: 1-16
Cristo nos libertó para que vivamos en libertad. Por lo tanto, manténganse firmes y no se sometan nuevamente al yugo de esclavitud.

Antes de aceptar a Cristo como nuestro Salvador, vivíamos esclavos del pecado. Cristo nos perdonó, nos limpió de todo nuestro pasado y nos dio un nacimiento nuevo. Bajo nuestra nueva naturaleza debemos procurar mantenernos en esa condición, limpios y libres del pecado.

Escuchen bien: yo, Pablo, les digo que si se hacen circuncidar, Cristo no les servirá de nada. De nuevo declaro que todo el que se hace circuncidar está obligado a practicar toda la ley. Aquellos de entre ustedes que tratan de ser justificados por la ley, han roto con Cristo; han caído de la gracia.

En el Antiguo Testamento encontramos la importancia de la circuncisión para el pueblo escogido porque era la señal del pacto entre Dios y el pueblo, las leyes dadas a Moisés y bajo las cuales tenían que regir sus vidas. Pero la circuncisión como tal se convirtió en una vana tradición y su significado fue olvidado pues las leyes eran transgredidas sin mesura. Siendo así, la ley era la razón de condenación de las personas porque todos la habían quebrantado. Sin embargo, gracias a nuestro Señor Jesucristo vino la justificación de todos nuestros pecados para reconciliarnos con Dios y tener acceso a El directamente. La vida de Jesucristo es el único sacrificio valido por nuestros pecados, no existe ninguna buena conducta u obra que nos permita tener aquella justificación. Por eso, quien espera ser justificado por la ley está dejando de lado la gracia, el favor, el regalo de Dios que fue nuestra Salvación a través de nuestro Señor Jesucristo.

Nosotros, en cambio, por obra del Espíritu y mediante la fe, aguardamos con ansias la justicia que es nuestra esperanza. En Cristo Jesús de nada vale estar o no estar circuncidados; lo que vale es la fe que actúa mediante el amor.

La fe en Cristo Jesús, el creer en que El murió por nuestros pecados, resucito en gloria y está a la derecha de Dios preparando nuestra morada celestial. Creer que no nos ha dejado en el olvido, sino que ha enviado al Espíritu Santo para que nos consuele, nos acompañe, nos guie y nos fortalezca en nuestro caminar mientras esperamos la segunda venida de nuestro Señor Jesús.

Ustedes estaban corriendo bien. ¿Quién los estorbó para que dejaran de obedecer a la verdad? Tal instigación no puede venir de Dios, que es quien los ha llamado. «Un poco de levadura fermenta toda la masa.» Yo por mi parte confío en el Señor que ustedes no pensarán de otra manera. El que los está perturbando será castigado, sea quien sea.

Alrededor encontraran oposición quienes confiesan a Cristo como su único Salvador, por eso encontramos la advertencia “un poco de levadura fermenta toda la masa”. No debemos permitir que dudas, inquietudes, dificultades y mentiras nos desenfoquen del propósito que Dios tiene para nosotros.

Les hablo así, hermanos, porque ustedes han sido llamados a ser libres; pero no se valgan de esa libertad para dar rienda suelta a sus pasiones. Más bien sírvanse unos a otros con amor. En efecto, toda la ley se resume en un solo mandamiento: «Ama a tu prójimo como a ti mismo.» Pero si siguen mordiéndose y devorándose, tengan cuidado, no sea que acaben por destruirse unos a otros.


La libertad verdadera no tiene nada que ver con vivir la vida loca, nuestra libertad se trata de algo espiritual porque del pecado solo cosecharemos corrupción, porque estaremos transgrediendo la ley. Nuestro vivir debe concentrarse en el amor, poniéndonos a servicio de nuestros semejantes, prestos siempre a cualquier manera que podamos ayudarlos y recibir también su ayuda. Neguémonos a venganzas sin sentido ni tampoco busquemos el mal de nuestro prójimo, recordemos que todos necesitamos de Dios y una segunda oportunidad.

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