Daniel
3: 4-6 Entonces los heraldos proclamaron a voz
en cuello: «A ustedes, pueblos, naciones y gente de toda lengua, se les ordena lo siguiente: Tan pronto
como escuchen la música de trompetas, flautas, cítaras, liras, arpas, zampoñas
y otros instrumentos musicales, deberán
inclinarse y adorar la estatua de oro que el rey Nabucodonosor ha mandado
erigir. Todo el que no se incline ante ella ni la adore será arrojado de
inmediato a un horno en llamas.»
Daniel
3: 8 Pero algunos astrólogos se presentaron
ante el rey y acusaron a los judíos:
Daniel3: 15 Ahora que escuchen la música de los instrumentos
musicales, más les vale que se inclinen
ante la estatua que he mandado hacer, y que la adoren. De lo contrario,
serán lanzados de inmediato a un horno en llamas, ¡y no habrá dios capaz de librarlos de mis manos!
Daniel
3: 17-18 Si
se nos arroja al horno en llamas, el Dios al que servimos puede librarnos del
horno y de las manos de Su Majestad. Pero aun si nuestro Dios no lo hace así,
sepa usted que no honraremos a sus dioses ni adoraremos a su estatua.
Daniel
3: 21 Fue así como los arrojaron al horno con sus mantos, sandalias,
turbantes y todo, es decir, tal y como estaban vestidos.
Daniel
3: 24-25 En ese momento Nabucodonosor se puso
de pie, y sorprendido les preguntó a sus consejeros: — ¿Acaso no eran tres los
hombres que atamos y arrojamos al fuego? — Así es, Su Majestad —le
respondieron. — ¡Pues miren!
—exclamó—. Allí en el fuego veo a
cuatro hombres, sin ataduras y sin daño alguno, ¡y el cuarto tiene la
apariencia de un dios!
Daniel
3: 27-29 los sátrapas, prefectos, gobernadores
y consejeros reales se arremolinaron en torno a ellos y vieron que el fuego no les había causado ningún daño, y
que ni uno solo de sus cabellos se había chamuscado; es más, su ropa no estaba
quemada ¡y ni siquiera olía a humo! Entonces exclamó Nabucodonosor: «¡Alabado sea el Dios de estos jóvenes,
que envió a su ángel y los salvó! Ellos confiaron en él y, desafiando la orden
real, optaron por la muerte antes que honrar o adorar a otro dios que no fuera
el suyo. Por tanto, yo decreto que se descuartice a cualquiera que hable en
contra del Dios de Sadrac, Mesac y Abednego, y que su casa sea reducida
a cenizas, sin importar la nación a que pertenezca o la lengua que hable. ¡No hay
otro dios que pueda salvar de esta manera!»
Los amigos de Daniel decidieron no inclinarse
ante otros dioses como era la petición de Nabuconodosor, a pesar de la amenaza
de ser echados al horno de fuego, al contrario fueron fieles a Dios y aunque no
sabían si Dios los libraría o no de las llamas, ellos tomaron la firme decisión
de mantenerse obedientes a Dios.
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