jueves, 29 de agosto de 2019

ACTIVA LO PROFETICO

1. Escucha la voz de Dios
Sin la voz de Dios, cada uno diseña su propia forma pero en una medida equivocada, sin discernir la Palabra de Dios. El diseño original de cada uno es dar y vivir dando gloria a Dios, por eso El trabaja con nuestras costumbres, personalidades y temperamentos, nos va transformando con Su Palabra.

2. Entender el propósito de Dios
Dios puso dentro de nosotros un corazón que aun no conocemos, porque no hemos activado lo profético para entender el propósito de nuestra existencia. No fuimos creado para ocuparnos únicamente en nuestra felicidad, la vida se trata de Dios, fuimos creados para El.

3. Empieza a moverte
Lo profético activa a la iglesia, para empezar a construir y establecer algo que empiece a funcionar y continúe. Ministerios que permanecen, donde sembramos nuestro tiempo, nuestro servicio y nuestra vida.

La respuesta de la iglesia cuando Dios habla debe ser:
Heme aquí, aquí estoy.
La iglesia somos tú y yo.
 
Los pensamientos son lo más importante de las personas, es el campo de acción del Espíritu Santo pero también del diablo y su maldad para tergiversarlos. Todo se labra en la mente pero con las palabras se empieza a crear.

Génesis 2:7 Entonces el Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz el aliento de vida; y fue el hombre un ser viviente.
 
La vida es un don de Dios que no nos pertenece, nos fue dada para aprovecharla bien. Inicialmente, Dios bendijo nuestro ser, alma, cuerpo y espíritu; con la muerte espiritual la persona fue destituida de la gloria de Dios y perdió su conexión con El. Entonces se inventa la religión como una manera de sacrificar el cuerpo para alcanzar a Dios.
 
Pero es Dios quien escogió a Su pueblo y a cada una de las personas en su misericordia para volver a conectarse. El Padre y Cristo eran uno. Jesús, Dios hecho hombre hizo conocer al Padre porque nadie podía ver a Dios sino quien conocía a Jesús. Para llegar al Padre no hay religión sino un solo camino, Su Hijo Jesús.
 
El Espíritu Santo es el soplo de vida que revela a Jesús. El aliento de vida es lo que sostiene a las personas para cumplir el propósito de Dios, es la obra del Espíritu en ti quien sopla sobre nuestro espíritu para fortalecerlo.
 
El Espíritu Santo se mueve y busca un lugar donde manifestar Su Gloria, una plataforma construida, preparada y pensada para El, un lugar donde quiera estar, habitar, permanecer. Entonces se activa lo profético, la manifestación del Reino de Dios en la iglesia para transformarla.

Tomado de la predicación del P. Roberto Dávila del 01/10/17

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