lunes, 2 de septiembre de 2019

LA OBRA DEL ESPIRITU SANTO

Juan 16:7 Pero yo os digo la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré. 8 Y cuando El venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio; 9 de pecado, porque no creen en mí; 10 de justicia, porque yo voy al Padre y no me veréis más; 11 y de juicio, porque el príncipe de este mundo ha sido juzgado.

El rey Saúl, el primer rey del pueblo de Dios, quien antecedió al rey David en el gobierno de la nación israelita, siempre fue rebelde y resistió al Espíritu de Dios. La rebeldía es un pecado contra la soberanía de Dios. Cuando pecas contra el hombre, cosechas lo que siembras. La rebeldía es un pecado contra el Espíritu Santo, permitir la rebeldía es desacreditar la autoridad que Dios nos designó. La gracia de Dios es innegable. Dios no tolera la rebeldía.
 
David, en cambio,  entendió el corazón de Dios y era sensible a Su voz y se volvía de su pecado aunque volvía a pecar una y otra vez. En su corazón había todo menos rebeldía. Un rebelde hace las cosas como quiere y siempre tendrá explicación. Lo contrario es la humildad lo que permite doblegarse y ceder. La humildad es sujetarse.
 
Conocer a la persona del Espíritu Santo es entender lo que hace. No sabemos como tratarlo, ni usar lo que EL nos da porque NO lo conocemos. Conoces a alguien cuando entiendes lo que hace y para entenderlo nos es necesario pasar tiempo con Él, buscarlo en oración y estar dispuestos a recibir su dirección, a escuchar su consejo y obedecerlo, aunque muchas veces salga muy por fuera de nuestra lógica o razonamiento.
 
Juan 14:26 Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, El os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que os he dicho.
Tomado de la predicación del P. Roberto Dávila de 15/10/17
 

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