miércoles, 6 de noviembre de 2019

VIVIMOS INCONCIENTES DE LA VIDA

Juan 11:16  Pero María estaba fuera, llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba, se inclinó y miró dentro del sepulcro; y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Y ellos le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Ella les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto. Al decir esto, se volvió y vio a Jesús que estaba allí, pero no sabía que era Jesús.  Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú le has llevado, dime dónde le has puesto, y yo me lo llevaré. Jesús le dijo: ¡María! Ella, volviéndose, le dijo en hebreo: ¡Raboní! (que quiere decir, Maestro).

 
Vivimos una inconciencia de lo que vivimos. Repetimos los mismos patrones. Nuestra conciencia está en un nivel inferior y superficial de nuestro ser.
 
Ella no entendió lo que Jesús había dicho y fue a buscarlo donde EL no estaba; necesitaba ser abierto su nivel de conciencia. Cuando no tienes una revelación profunda de Jesús, lo confundes con otros. Cuando Jesús le hablo abrió su conciencia.

La Palabra de Dios cambia nuestro estado de conciencia para llevarlo a un nuevo nivel, a ser hacedores de la Palabra para que se fije en nuestra vida. Toda la vida son procesos mediante los que somos transformados internamente para trascender a generaciones, y se evidencian en nuestra transformación externa, somos regenerados interna y externamente.
 
El proceso empieza con FORMAR, tener algo en mente con qué comenzar; cuando te diriges hacia algo, dejas en el camino lo que tienes que dejar. La responsabilidad de nuestra vida la tomamos solo nosotros.

Colosenses 1: 28-29 Por lo tanto, hablamos a otros de Cristo, advertimos a todos y enseñamos a todos con toda la sabiduría que Dios nos ha dado. Queremos presentarlos a Dios perfectos en su relación con Cristo. Es por eso que trabajo y lucho con tanto empeño, apoyado en el gran poder de Cristo que actúa dentro de mí.

Jesús le preguntó a Pedro: ¿me amas?; no le preguntó si lo conocía o cómo predicaba, le preguntó ¿me amas? Para amonestar tienes que juzgar mas la intención que la acción. Si agarramos lo imperfecto y lo volvemos perfecto, esto es desarrollar plenitud.

Tomado de la enseñanza del Pr. Roberto Dávila del 17/03/19

 






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